Más allá del Titicaca. Exploramos el circuito cordillerano. La experiencia asegura una emocionante conexión con la naturaleza y mucha cultura viva.
Taquile, Amantaní, las islas de los uros y las plazas de la capital son el blanco de los viajeros que arriban a esta región. Sin embargo, creer que tras visitar esos atractivos de Puno lo han visto todo es un error. Existe un circuito por la cordillera occidental de los Andes, impulsado por el hotel La Casona de Lampa y el Patronato de dicha ciudad, que complementa el recorrido tradicional por el Altiplano.
Así, la ruta empieza a 35 km de Juliaca, en la urbe lampeña que acoge la réplica oficial de “La Piedad del Vaticano”: la majestuosa escultura de yeso cristalino y de casi una tonelada del italiano Miguel Ángel. Esta llegó en barco en 1969 por en – cargo de Enrique Torres Belón, dos veces presidente del senado en la época de Manuel Prado y amigo del papa Juan XXIII.
El circuito de ocho horas está colmado de maravillas naturales desplegadas en un escenario poco explorado. Por eso resulta vital no dañar el territorio. A las 8 a.m. llegamos al distrito de Palca, ubicado a más de 4.000 m.s.n.m. y dedicado a la crianza de alpacas. Ahí, Tiodoro Pacco nos dio la bienvenida a su taller de textilería, donde hábilmente convierte la fibra de este animal en chales, chompas y vestimentas típicas. Además, muy desenvuelto nos enseña a seleccionar las hebras más finas (las del lomo), a hilar en rueca y a teñir con cochinilla u hojas de kjolle, para luego tejer en telar.
Luego de 15 minutos por la carretera 124 estuvimos en el siguiente punto: la laguna de Vila Vila. El hermoso paisaje es digno de Instagram. Los rebaños de llamas y alpacas que caminan por los Andes son la antesala de un pozo de agua lleno de aves migratorias.
Continuamos al bosque (sí, bosque) de puyas Raimondi. Hablamos de un espacio mínimamente estudiado de 1.000 a 1.200 hectáreas con puyas por doquier. Se sabe que florecen cada 100 años y son parientes de las piñas. Miles de ellas adornan las montañas con su inusual apariencia puntiaguda.
Avanzamos hacia la ciudad de Ayaviri, donde se halla el imponente cañón de Tinajani. Caprichosas formaciones pétreas de tono rojizo simulan castillos y acompañan el panorama. Después de encontrar conchas en la zona, los investigadores concluyeron que el cañón habría sido un lecho marino y, posteriormente, parte del lago Titicaca.